En todos los pueblos hay lugares con encanto y este es uno de ellos. Un pequeño rincón donde la magia se traslada al sabor de sus platos, con presentaciones cuidadas. Bendecidas solo por las manos de alguien a quien le gusta lo que hace. Además, el servicio y la atención de Araceli, siempre cercana, invoca a pedirle consejo sobre lo que nos está por devenir y no se sabe hasta el momento de la degustación. Es por eso que recomiendo pedir a Araceli ser tu guía en tu primera visita, como ha sido mi caso. Ha sido una gran experiencia. El local en si, es recogido. Me consta que van haciendo mejoras y que van de camino a ser un lugar aún más cálido y hogareño. Algo que ya lo es, dada la cercanía del equipo. Carta reducida de vinos, pero con vinos de calidad. Destacar la 'Causa Limeña' y los tacos con un juego de sabores pensados para entretenerse con ellos mientras recuerdas aquellos maravillosos años en los que no había preocupaciones y la vida era simplemente eso, vida. Probamos el sandwich de pastrami. Buenisimo y jugoso. Una sorpresa muy grata. Acabamos, en mi caso, con una tarta de queso casera. No soy mucho de tartas de queso, pero tengo que decir que ésta, estaba cremosa y deliciosa. Nos fuimos con la sensación de haber estado a gusto. Haber cenado bien y con que la noche se hace corta para 2 tipos que llevan tiempo sin verse, de cuarenta y pocos, que al día siguiente curran y tienen que volver a casa con la pena de no seguir disfrutando de la compañía un rato más. Así es la vida y así es la 'Taberna d'Ara'