Aunque hace meses que no voy, diría que es de mis sitios favoritos. Este local lleva tantos años abierto, que tengo muchas anécdotas bonitas en él. La primera vez que entré, creo que fue hace ya más de una década porque estudiaba en el instituto. Iba con el dinero justo para probar un par de pintxos que me sabían a gloria. Otra vez, olvidé una chaqueta que me encantaba, y la dueña me la había guardado. Fue muy simpática. Han ido mejorando las elaboraciones de la cocina con los los y siempre es un placer ir ahí, he celebrado muchas cosas, y las que quedan por celebrar. ¡Gracias de corazón por darle a Santa Cruz una oferta gastronómica diferente!

Ha sido la primera vez que hemos visitado esta tasca porque buscábamos algo diferente, y hemos acertado de pleno. Volvemos en cuanto nos surja la ocasión. Cuando llegamos estaba la terraza completa y, gracias a la amabilidad de la camarera, decidimos esperar a que se quedase una mesa libre, puesto que éramos los únicos en ese momento. Nos dejamos aconsejar por la camarera, que demostró conocer la carta, así que elegimos comenzar con una de las recomendaciones del chef, un Tartar de salmón y aguacate con helado de wasabi y yuzu, que nos pareció espectacular para abrir boca. Seguidamente, el pincho de champiñón y gamba. Tres champiñones a la plancha con una salsa riquísima coronada por una gamba. Muy sencillo, pero buenísimo. La carrillera fue simplemente impresionante, salió el propio chef a servirla a la mesa y a acabar de preparar el plato delante nuestra. Cocinada 18 horas y con la propia salsa del jamón y los guisantes. Debería ser un fijo para todo el que visita esta casa. ¡La carne se deshacía! Para acabar, los típicos huevos rotos con papas y chorizo, en una curiosa presentación. Estaban muy buenos también. Nos quedamos con ganas de probar los pinchos de la barra, pero quedaron muy poquitos cuando nosotros conseguimos mesa, así que es un aliciente para volver más pronto que tarde.