Hacía unos cuantos años que no venía a comer a este restaurante que fue un referente en el centro de Valladolid, famoso por sus tablas, raciones, mollejas.....
La tabla para dos personas, a 40 €, ya no es lo que era, aunque no está mal para el precio, con mucho calamar con excedido de rebozado y cuatro langostinos sin demasiado sabor. Las chuletillas y el lomo, estupendos.
El comedor sigue siendo el de siempre, de dimensiones comedidas pero con encanto, bajando las empinadas escaleras hasta la "mina".
El servicio muy amable y atento. No tenían la botella pequeña de Prado Rey anunciada en carta a 11 € pero nos compensaron con una botella grande de Viña Mayor Roble 2016 excelente y por 10 €.
El café sigue siendo de puchero como antaño.
En definitiva, una buena elección en una zona con muchas opciones.
Íbamos a comer un menú que nos pareció un poco caro (23€ por persona por ser domingo) y al final pedimos dos platos de la carta (el arroz negro con calamares y la pata de pulpo) que nos encantaron, al igual que la mousse de limón. No es un sitio barato pero todo estaba buenísimo, de buena calidad y el personal amable y correcto. Lo recomiendo !
Pinchos buenisimos y el trato de los camareros genial. Te explican con paciencia de que se compone cada pincho.
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