Cenamos en este restaurante y la experiencia superó con creces las expectativas más optimistas. El entorno es imponente y, aunque resulta un tanto rimbonbante y recargado, se disfruta de la historia y solera de un edificio tan emblemático. La composición del menú es adecuada en cuanto a número de pases y cantidades. Alguna espera entre plato y plato se alargó un poco más de lo deseado, peró ello provocó que se disfrutase más de la velada. Cocina de corte clásico, con uso adecuado de técnicas más contemporáneas, con pequeños guiños a la cocina y producto canario. No es un menú que rebose territorio ni tipicidad, pero ello se compensa con la suculencia y equilibrio en todos y cada uno de los platos. Nos gustaron especialmente la ostra, el chipirón, la anguila y la gamba. El que menos el principal de pescado pues, a nuestro modesto entender, estaba un poco pasado de cocción y había perdido toda la melosidad. Servicio exquisito, sin ningún pero: cercano sin intrusividad alguna, siempre dispuesto a ayudar y con la soltura y espontaneidad que tanto se echan de menos en algunos restaurantes de este nivel. Todos cuántos se acercaron a nuestra mesa mostraron ese mismo talante, pero especialmente Lucía y Rafael quienes llevaron el peso principal del servicio con nuestra mesa. Excelente sumiller el segundo quien nos aconsejó acertadamente en la comanda de los vinos.

Espectacular en todos los sentidos. Sin duda una ocasión especial merece un lugar como este. Una localización increíble (Palacio con más de 130 años de historia), una comida impresionante. El menú desgustacion merece mucho la pena, dado que permite probar más cosas diferentes. Al final con tanto plato no sabe a poco para nada! La estrella la merece, y dos, también. Recomendado, un must para los amantes de la alta cocina. El servicio y la atención al más alto nivel, y con protocolos standard. Tienen vinos canarios muy ricos, que también recomendando probar. Ideal para una velada de celebración y para pocos comensales.